LIEBRECH: pop queer, fantasía visual y emoción radical

Desde el corazón del pop mexicano independiente, LIEBRECH emerge como una figura luminosa y desafiante, capaz de convertir el dolor en espectáculo y la fantasía en bandera. Con influencias que van del K-Pop al anime, de Britney Spears al universo queer, su propuesta mezcla sonido, estética y emoción para ofrecer algo más que canciones: una experiencia completa.

Dante Salas

9/12/2025

Cantante, productor, compositor y creador escénico, LIEBRECH lleva más de una década construyendo un proyecto artístico auténtico, honesto y profundamente emocional. Desde su debut con el grupo Sleazy 2ne8 hasta su carrera solista con himnos como Fantasía Crónica o Rey de mi Corazón, su música se ha convertido en un refugio para quienes buscan representaciones reales, bellas y no normativas.

En esta entrevista para disidnt=, hablamos con él sobre su historia, el poder del arte como espacio seguro, la importancia de representar lo queer en el pop, y su compromiso con crear desde el corazón… y con todo el glitter necesario.

DEL LIVING ROOM AL ESCENARIO: EL NACIMIENTO DE LIEBRECH

Cuál fue tu primer acercamiento a la música? ¿Hubo algún momento o artista que te marcó para siempre?

Desde niño montaba conciertos en la sala de mi casa. Agarraba los discos de mis papás —o alguno que me compraban— y me armaba el show. Pero fue cuando descubrí a Britney que lo supe: eso era lo que quería hacer. No solo cantar, sino crear una experiencia completa.

Tu propuesta mezcla pop, K-Pop, visuales poderosos y una narrativa emocional. ¿Cómo describirías tu identidad artística

LIEBRECH nació como un alter ego dentro de una historia que yo mismo estaba construyendo. Es la versión de mí que se atreve a decir todo lo que, en el día a día, me cuesta expresar. A través de él puedo transformar emociones en narrativa, en estética y en sonido. Es una identidad que no se disculpa por sentir, y que convierte lo emocional en su mayor fuerza.

¿Qué representa para ti el nombre “LIEBRECH”? ¿Qué historia hay detrás de él y qué significa hoy para ti como artista?

LIEBRECH no tiene un significado literal, pero desde que lo encontré, me hizo sentido. Estaba buscando un nombre artístico que no existiera, algo único. Llegué a él explorando raíces antiguas, buscando algo sin generación, sin género, sin referencia directa. Me sonó como un relámpago: fuerte, enérgico, dinámico—como me describían cuando empecé.

Con el tiempo, LIEBRECH se volvió algo más profundo: un símbolo de mi resiliencia, de mi disciplina y de todo lo que he construido a fuerza de insistir cuando nadie creía. Llevarlo es recordarme por qué hago esto.

Fuiste pionero del K-Pop hecho en México con Sleazy 2ne8. ¿Qué significó formar parte de ese proyecto y cómo influyó en tu carrera solista?

Al principio hacía canciones por juego, para concursos y por la emoción de ofrecer algo diferente. Cuando surgió la oportunidad de entrar a un grupo dance cover, vi el potencial de usar mis contactos y visibilidad para impulsar al proyecto. En ese momento el K-Pop no era tan aceptado, una frontera difícil de cruzar, pero a mí me emocionaba formar parte de algo así.

Ensayábamos en mi casa, adaptaba covers al español, mostraba mis propias canciones. Ese proceso me permitió foguearme, entender mi voz, mi estilo y hacia dónde quería llevar mi propuesta. Fue una etapa formativa, donde decidí que no quería hacer lo mismo que todos, aunque supiera que era un salto doble mortal dentro del nicho.


Cuando la música salva y acompaña: una carta para quien ya no está

En tus shows en vivo hay una apuesta muy clara por el impacto visual y emocional. ¿Qué sientes cuando estás sobre el escenario? ¿Qué te interesa provocar en el público?

Estar en el escenario es un viaje: me conecta conmigo mismo y con los demás. Siento la presión de ofrecer algo distinto, de llevar al público a mi mundo, de provocar una emoción real. Pero más allá del impacto visual o técnico, lo que más me importa es lograr esa conexión íntima con alguien —aunque sea una persona— y que se quede conmigo. Que entienda que esto no es solo música: es una historia compartida.

Tu música ha acompañado películas LGBTQ+, eventos del Pride y escenarios importantes. ¿Hay alguna experiencia que recuerdes como un antes y un después en tu camino?

Una de las experiencias más fuertes que he vivido no pasó en un escenario, sino en un mensaje. Una persona que me escuchaba, sin que yo lo supiera, me escribió para decirme que ponía mi canción “Fantasía Crónica” cada vez que entraba a sus quimioterapias. Me dijo: “es la canción que me acompaña, gracias por compartirla”.

Luego supe que ya no estaba aquí.

Ese momento me marcó profundamente. Me hizo entender el valor real de la música, de conectar. Fue por él, y por todas las personas que confían en mí sin que yo lo sepa, que decidí hacer esto con seriedad, con entrega. Porque si alguien elige mi voz para acompañar algo tan vulnerable, yo tengo que estar a la altura. No importa si lo ven diez personas o diez mil: eso no se mide en cifras. No es viral, es real.

En disidnt= creemos que el arte y la música también pueden ser espacios seguros. ¿Qué significa para ti crear y habitar estos espacios como artista disidente?

Aunque no he vivido agresiones directas, sí he sentido formas más sutiles de desvalorización, especialmente para quienes habitamos la disidencia. Muchas veces, al artista se le reduce a un recurso para llenar espacios o dar visibilidad, sin recibir el mismo reconocimiento a cambio. Y cuando sumas etiquetas sociales, el camino se vuelve aún más complejo. Personalmente, no he encontrado espacios que se sientan genuinamente seguros. Existe un patrón claro: cuando aparezco en una vitrina ‘grande’, surgen oportunidades, pero rara vez están a la altura del lugar que ocupo. Es como si siempre tuviera que demostrar algo, aunque quienes llevamos más tiempo aquí somos la base que sostiene esos espacios.

¿Qué opinas de la presencia —o ausencia— de artistas queer, mujeres y disidencias en los carteles musicales actuales? ¿Sientes que la industria está cambiando realmente?

Siento que muchos de los cambios que se presumen en la industria son más performáticos que reales. Sí, hay más eventos y vitrinas que dicen ser “espacios seguros”, pero muchas veces detrás están las mismas dinámicas de siempre. He estado en escenarios donde supuestamente el objetivo es visibilizar disidencias, pero en realidad el evento está diseñado para inflar el ego de quien lo organiza, mientras cobra a otros artistas para costear el recinto. Eso no es apoyo, es negocio disfrazado de discurso.

Además, dentro de la comunidad LGBTQ+ hay una contradicción fuerte: se nos mide con la vara de las grandes divas del pop, que tienen millones en presupuesto y equipos detrás, pero a nosotres, artistas independientes y disidentes, no se nos da ni el beneficio de la duda, ni los recursos, ni el respeto. Irónicamente, muchas veces siento más apoyo genuino de públicos heterosexuales que de la propia comunidad.

No, la industria no ha cambiado de raíz. Cambió el discurso, pero muchas estructuras siguen igual. Y mientras no se hable de eso con honestidad, seguiremos repitiendo el mismo patrón con otro disfraz.

Lo que sí me da un poco de esperanza es que muches hemos empezado a armar nuestros propios espacios desde abajo. No porque alguien haya querido abrirse realmente, sino porque sabemos que no podemos esperar el permiso ni la validación de quienes controlan el juego. Así construimos el futuro que queremos, sin pedir permiso ni esperar que otros nos validen.

¿Qué referentes artísticos, visuales o musicales han influido en tu manera de crear? ¿Hay algún artista que haya sido fundamental en tu formación?

Britney Spears fue sin duda el primer pilar de todo esto. Desde que la vi supe que quería hacer algo así: crear un universo, no solo canciones. Después llegó Vocaloid, con sus mundos retorcidos y emociones extremas, y eso me marcó mucho a nivel creativo. La cultura pop japonesa y, más tarde, la coreana, también han sido fundamentales: esa fusión entre lo hipervisual y lo emocional, lo pulido y lo extraño..

Siempre me han atraído los extremos. Me gusta moverme entre lo glitch y lo glam, entre lo brillante y lo oscuro.

El amor real no se canta, se sobrevive: entre caos, belleza y verdad

Tu nuevo sencillo “Rey de mi Corazón” marca un regreso potente. ¿Qué podemos esperar de esta nueva etapa y del álbum que estás preparando?

Este disco es, en su mayoría, un trabajo profundamente personal y hecho casi por completo por mí. Aprendí producción, escribí letras sin filtro, no para encajar, sino para conectar y ser honesto conmigo mismo. Quise hacer un álbum que no respondiera a tendencias, sino a verdades.

Es una carta abierta al amor no lineal, al amor real: ese que no siempre es fácil ni limpio, pero que se elige. Habla de amar en medio de la inestabilidad, de sostener un vínculo en medio del caos, y de acompañar incluso cuando los fantasmas pesan. No se trata de romantizar el dolor ni de disfrazarlo con discursos: se trata de contar lo que implica quedarse, luchar, sentir.

Lo viví en carne propia: amar a alguien que vive sus propios infiernos no es fácil. No se trata de justificar ni disfrazar, sino de contar con honestidad lo que implica amar desde ese lugar.

Al final, este álbum es eso: una prueba de que incluso entre las grietas, hay belleza. Que no hay amor perfecto, pero sí decisiones valientes. Y que a veces, ser perfectamente imperfecto… es la forma más honesta de ser una obra maestra.

¿Qué consejo le darías a quienes hoy están comenzando un camino artístico desde la disidencia, desde lo queer, desde la independencia?

El consejo más importante es que no busquen atajos: hagan las cosas bien, pulan sus habilidades y prepárense. Cada vez hay más artistas y más plataformas para “sonar”, pero también hay menos autenticidad.

No lo hagan solo por la fama o el dinero, porque al final, aunque pagues por la carrera, no vale de nada si nadie realmente te escucha. Y eso solo se logra siendo honestos y conectando de verdad.

Ese tipo de impacto no se mide en cifras.

No se trata de viralidad, sino de conexión.

Lo primero es ruido. Lo segundo, real.